¿Quién era realmente Jesús?
Cristo y Barrabás: las dos caras del momento fundacional del cristianismo
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“Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús ” (Epístola de san Pablo a los gálatas 3:28)
En millones de iglesias cristianas de todo el mundo, la escena de una ejecución suscita en los visitantes una profunda experiencia espiritual. La figura de un hombre en una cruz se muestra como un poderoso símbolo del sacrificio realizado por el hijo de Dios para la redención de los pecados de la humanidad. La historia de Jesús es universal, compartida por personas de todos los orígenes que recorren el camino de la fe hacia la salvación. Una pequeña pancarta clavada en la cruz es el único elemento que conecta una representación atemporal con el hombre que fue ejecutado hace casi dos mil años. Contiene una inscripción reveladora: "INRI", las iniciales en latín de "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos". A pesar de su trascendental influencia, la vida del Jesús histórico sigue rodeada de misterio: ¿perseguía fines políticos, como sugiere la designación "Rey"? ¿Cuál fue el motivo de su ejecución? El hombre que dio origen al mito se oculta tras un velo de alegorías religiosas, un registro histórico nebuloso y las circunstancias fundacionales del culto que creó.
Jesús vivió durante una época políticamente convulsa que fue crucial para el destino de Israel. Ciento treinta años antes de su nacimiento, una rebelión contra el dominio griego había establecido un estado judío independiente tras siglos de exilio y control extranjero. Este logro, que los judíos celebran todavía hoy en día durante la festividad de Hanukkah, se vio pronto amenazado por el creciente poder del Imperio Romano. El periodo histórico en el que vivió Jesús, ampliamente documentado por el historiador del siglo I Flavio Josefo, estuvo marcado por las luchas de los judíos por mantener su independencia. Numerosas revueltas contra la dominación romana acabaron con derrota final a principios del siglo II, y el Levante mediterráneo no volvería a ver un estado hebreo hasta la creación del Israel moderno en el siglo XX.
Además de la inscripción en la cruz, hay varios indicios de que Jesús no estaba al margen de la agitación política de su época. Su título, "Cristo", es la traducción griega de la palabra hebrea "Mesías" (que significa "ungido") - un término que tiene importantes implicaciones políticas en la Biblia, ya que designa al soberano de un Israel unido bajo Dios. Jesús recibió un castigo romano típicamente reservado a individuos con comportamientos subversivos, como el líder esclavo Espartaco y sus compañeros de combate o varios rebeldes judíos mencionados en las crónicas de Josefo. Según los cuatro Evangelios canónicos, el destino de Jesús estuvo ligado al de un preso político, Barrabás, un hombre que “había sido echado en la cárcel por una sedición cometida en la ciudad, y por asesinato" (Lucas 23:19). Cuando la multitud de Jerusalén optó por perdonar a Barrabás antes que a Jesús, el Hijo de Dios fue crucificado entre dos miembros de la banda rebelde. Si Barrabás, y no Cristo, fue realmente el cabecilla de la insurrección, el tratamiento real en la inscripción INRI parecería más apropiado para él que para el hombre que fue crucificado. En comparación con alguien como Barrabás, ¿cómo podía Jesús representar tal amenaza tanto para romanos como judíos? La historia de cómo se desarrolló el cristianismo tras la crucifixión de Jesús aporta ideas esclarecedoras sobre estas aparentes contradicciones.
Las pruebas de la existencia de Jesús
"Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si es que es correcto llamarlo hombre" (Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos 18.63).
La cuestión del Jesús histórico es compleja porque no hay ningún documento escrito durante su tiempo de vida que atestigüe su existencia. Jesús fue crucificado hacia el año 33 d.C., pero la primera referencia no cristiana a él (un breve y controvertido fragmento en uno de los libros de Josefo) no aparece hasta el año 93 d.C. El consenso entre los historiadores es que los Evangelios, que relatan la vida de Jesús, se escribieron entre los años 70 y 100 de nuestra era. Su estilo metafórico, así como su énfasis en los milagros y enseñanzas de Jesús, hacen que sea difícil discernir la figura histórica detrás de la narración. Los paralelismos del relato con otras divinidades antiguas y la escasez de fuentes tempranas han llevado a algunos estudiosos a plantear que Jesús pudo no haber existido como persona histórica, sino como figura mitológica creada por los primeros cristianos. Esta perspectiva, conocida como mitismo, no goza de una aceptación generalizada entre los historiadores, pero ha ganado atención y apoyo en los últimos años.
Las primeras referencias escritas a Jesús que han llegado hasta nuestros días son las cartas de san Pablo, escritas en griego como el resto del Nuevo Testamento y enviadas a varias comunidades cristianas incipientes del Mediterráneo. En su Epístola a los gálatas (54 d.C.), Pablo sentó las bases de la doctrina cristiana que siguen vigentes hoy en día. En ella introdujo la noción de la fe en Cristo como medio para escapar de las restricciones de la ley de Moisés, extendiendo el culto al Dios hebreo a los no judíos y universalizando así la nueva religión. A pesar de no ser uno de los doce discípulos más cercanos a Jesús, Pablo se autodenominaba apóstol y fue una figura importante del cristianismo primitivo. Sus viajes misioneros fueron decisivos para la difusión del cristianismo, y sus escritos le convirtieron en uno de los pensadores más influyentes de todos los tiempos.
Las cartas de Pablo contienen sorprendentemente poca información sobre la vida de Jesús: No hay ni una sola referencia a sus primeros años, a Nazaret, ni a María y José. Nada sobre Poncio Pilato, Barrabás o la comparecencia ante el Sanedrín. La primera persona en dejar un testimonio escrito sobre Jesús no parecía saber mucho sobre el protagonista de sus obras. Aunque este punto es uno de los pilares de la tesis mitista, hay dos argumentos clave que sugieren fuertemente que Jesús sí existió. El primero es la abundancia de evidencia histórica alrededor del evento de la crucifixión: además de ser un tema central en los escritos de Pablo, se menciona en varias fuentes independientes, lo que hace difícil afirmar que se base en un hecho inventado. El segundo es que Jesús tenía un hermano llamado Santiago que desempeñó un papel importante en la Iglesia de Jerusalén tras la muerte de Jesús. Santiago aparece en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, en las cartas de Pablo y también en el registro histórico de Josefo. El hecho de que Jesús tuviera un hermano crea una discrepancia con la noción de virginidad perpetua de María, por lo que tradicionalmente la Iglesia ha argumentado que no era un hermano real, sino más bien un primo o un hermanastro, aunque la palabra griega utilizada en todos los textos (adelphos) significa inequívocamente hermano. No se referían a él como hermano en el sentido de camarada, porque algunos de los hombres más cercanos a Jesús, incluidos Pedro y los demás apóstoles, no recibían esa designación. Pablo describió un encuentro con Santiago durante uno de sus viajes a Jerusalén: "Subí a Jerusalén para conocer a Cefas [refiriéndose a Pedro], y residí en su casa quince días; no vi a ningún otro de los otros apóstoles, a no ser a Santiago el hermano del Señor" (Gálatas 1:18-19). Si Santiago fue una persona real, su hermano Jesús también tenía que haberlo sido.
Pablo contra Santiago: Conflicto entre el cristianismo griego y el judío
"Me sorprende que tan rápidamente desertéis del que os llamó por la gracia de Cristo para seguir a otro evangelio, que en realidad no es ningún evangelio. Evidentemente, algunas personas os están confundiendo y están tratando de pervertir el evangelio de Cristo" (Gálatas 1:6-7)
La forma en que se describe la vida de Jesús en el Nuevo Testamento se definió por el resultado de un conflicto fundamental que tuvo lugar en el seno del cristianismo primitivo. Pablo y Santiago estaban al frente de dos facciones enconadamente opuestas entre los primeros seguidores de Jesús: Santiago, por un lado, defendía que los principios de la ley de Moisés debían cumplirse y que el culto a Cristo debía restringirse a los judíos. La lengua materna de Santiago, como la de Jesús, era el arameo. Pablo, en cambio, abogaba por que el credo cristiano se abriera a los gentiles, personas que no estaban obligadas a seguir la ley judía. Era ciudadano romano, nacido en una familia de judíos de la diáspora que vivían en Tarso, en la actual Turquía, y escribía en griego. Una parte importante de los escritos de Pablo estaba dedicada a defender sus puntos de vista frente a los de sus rivales, a los que llamaba "judaizantes". Su revolucionaria idea de romper con la tradición hebrea y distanciar el nuevo culto de las prácticas judías, en particular la circuncisión, no fue bien recibida en la comunidad de Jerusalén. En uno de sus viajes a la capital de Judea, Pablo fue arrestado tras enfrentarse a Santiago y sus seguidores: "Al día siguiente, Pablo y los demás fuimos a ver a Santiago, y estaban presentes todos los ancianos. [...] Dijeron a Pablo: 'Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han creído, y todos ellos son celosos de la ley. Han sido informados de que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni vivan según nuestras costumbres'" (Hechos 21:18-21).
La religión difundida por Pablo inicialmente se afianzó en ciudades con gran presencia de judíos helenizados; judíos que, como Pablo, habían adoptado el griego como primera lengua y se habían distanciado culturalmente de sus correligionarios de Israel. Los viajes misioneros de Pablo por el Mediterráneo fueron un éxito rotundo y la comunidad cristiana creció exponencialmente al agregar miembros de diversas procedencias religiosas. Por otra parte, los cristianos que continuaban adhiriéndose a la ley mosaica se vieron gravemente debilitados tras la primera guerra judeo-romana de 66-73 d.C. Después de que el ejército romano asediara Jerusalén y destruyera el templo judío (del cual solo el Muro de las Lamentaciones sigue en pie hoy en día), los cristianos judíos anteriormente liderados por Santiago se dispersaron por el Levante. La existencia de comunidades cristianas judías como los nazarenos y los ebionitas está documentada hasta el siglo VII, pero su importancia se desvaneció gradualmente y fue eclipsada por el cristianismo gentil. Todo el cuerpo de literatura del cristianismo primitivo está escrito en griego y ninguno de los textos originales del cristianismo judío, presumiblemente escritos en arameo o hebreo, ha sobrevivido hasta nuestros días.
La victoria teológica de los seguidores de Pablo sobre los de Santiago y la creación de una religión completamente nueva en lugar de una nueva secta dentro del judaísmo permitió a los cristianos gentiles contar la historia de la vida y enseñanzas de Jesús en sus propios términos. Pero el Jesús original, el hombre que murió en la cruz, seguramente tenía más en común con su hermano que con Pablo, un hombre al que nunca conoció y que perseguía a los cristianos antes de convertirse de camino de Damasco. La denominación "Cristo" fue con casi toda certeza acuñada a título póstumo, ya que es improbable que Jesús utilizara una designación griega siendo un judío de habla aramea que pasó la mayor parte de su vida en la tierra de Israel. En base a la postura de su hermano, la inscripción en la cruz y el castigo romano que recibió, Jesús probablemente era un judío devoto que potencialmente se opuso a la ocupación de su nación por los romanos. Como señala el historiador y arqueólogo Robert Eisenman en su libro Santiago, el hermano de Jesús: "Quien y lo que fuera Santiago, también lo era Jesús". El propio Pablo reconoció que el Jesús que él describía podría haber sido muy diferente del Jesús descrito por los judaizantes: "Porque si alguien viene a vosotros y os predica un Jesús distinto del que nosotros predicamos, o si recibís un espíritu distinto del que recibisteis, o un evangelio distinto del que aceptasteis, lo soportáis fácilmente" (2 Corintios 11:4).
Jesús Barrabás, el revolucionario
“Hemos encontrado a este hombre que pervierte a nuestra nación. Se opone al pago de impuestos al César y pretende ser el Mesías, un rey" (Lucas 23:2)
En su Comentario al Evangelio de Mateo, el erudito bíblico del siglo III Orígenes de Alejandría dedicó una importante atención a la siguiente cita: "Pilato les dijo: ‘¿A quién queréis que os suelte? ¿A Jesús Barrabás, o a Jesús, el llamado Cristo?’". (Mateo 27:17). Para el lector moderno, este pasaje encierra una sorprendente revelación: en el texto fuente que Orígenes utilizaba, tanto Barrabás como Cristo se llamaban "Jesús". Para Orígenes era inverosímil que un criminal tuviera el mismo nombre que el Mesías, así que se inclinó por simplificar la referencia a "Barrabás". La mayoría de las copias posteriores y traducciones modernas del Nuevo Testamento adoptaron esta variación, aunque pudiera haber representado una desviación del texto original de Mateo. Pero lo que Orígenes (que escribía en griego) no mencionó fue que Barrabás también ostentaba un título significativo, ya que, en arameo, Barrabás significa "Hijo del Padre". Se trata de un apellido patronímico - una forma de uso común en las lenguas semíticas - en el que bar significa "hijo" (similar a ben en hebreo, o bin en árabe), y abba significa "padre" (abba en hebreo, ab en árabe). De esa forma, en el Evangelio original de Mateo, el hombre que escapó por poco de la crucifixión comparte no solo su nombre de pila con el hombre que ocupó su lugar en la cruz, sino también la misma designación: el propio Jesucristo es llamado "Hijo del Padre" en la Biblia, solo que utilizando el término griego en lugar del arameo.
La historia de Jesús Barrabás se ajusta mucho más al contexto histórico que la de Jesucristo: la historia de un revolucionario judío condenado a muerte por los romanos por encabezar una insurrección, un hombre que se proclamó rey de los judíos (INRI), el Mesías arameo, el hermano de Santiago, que luchó por defender la ley judía. Es posible que el Jesús histórico no fuera otro que Barrabás, cuya muerte en la cruz con dos de sus cómplices inspiró el inicio de un nuevo culto dentro del judaísmo. La figura de Cristo tal como se refleja en las Escrituras - el Mesías griego, el taumaturgo y maestro apolítico, la deidad atemporal - podría haber surgido más tarde, después de que Pablo y sus seguidores se distanciaran de Santiago, del judaísmo y del Jesús original. El relato de un líder patriótico judío estaba reñido con un mensaje construido en torno a la salvación de toda la humanidad, por lo que Pablo pudo haber evitado deliberadamente la cuestión de las motivaciones políticas de Jesús y haber optado por centrarse en los temas de la crucifixión y la resurrección. Para cuando se escribieron los Evangelios, décadas después de los hechos, el "otro Jesús" de Pablo podría haberse diferenciado tanto del personaje histórico que Jesucristo y Jesús Barrabás se presentaron como dos personas distintas, cada una de ellas asociada implícitamente a una rama distinta de la religión naciente.
Algunos biblistas modernos, como Bart Ehrman, ponen en duda la historicidad de Barrabás: la costumbre romana de liberar a un prisionero en honor de la fiesta de Pascua judía no está documentada en ninguna parte fuera del Nuevo Testamento, y en toda otra instancia Pilato demostró ser implacable con cualquiera que desafiara la autoridad romana. Según este punto de vista, la representación evangélica habría sido concebida con el propósito de trasladar la culpa de la ejecución de Jesús de los romanos a los judíos. Sin embargo, esta premisa también puede utilizarse para concluir que, de los dos hombres que aparecen en la escena, es en realidad Barrabás quien refleja al Jesús histórico, mientras que la figura alegórica de Cristo se habría introducido posteriormente y de forma que no pudiera asociarse con el insurgente judío original.
La búsqueda de la verdadera naturaleza de Jesús ha cautivado a cristianos y no cristianos durante casi dos mil años. Siglos de debate teológico, centrado en la divinidad de Jesús y el significado de sus enseñanzas, han dado forma al cristianismo y a sus distintas denominaciones, provocando divisiones e incluso guerras. Un enfoque más empírico se ha visto limitado por las lagunas en el registro histórico, de modo que toda hipótesis contiene inevitablemente un elemento de especulación. Sin embargo, las incoherencias de la Biblia dejan pasar una clara imagen en la que algunos de los dogmas más relevantes del cristianismo, como su carácter universal y la preeminencia de la fe, se forjaron en el contexto de un enfrentamiento religioso tras la muerte de Jesús. Hay claras omisiones en el Nuevo Testamento en torno a la posición política de Jesús en tiempos de lucha, pero también hay la huella indeleble de un judío que fue ejecutado por los romanos por pretender ser rey. Jesús, el hombre, ciertamente existió, pero también es la personificación de un concepto revolucionario, "Dios es salvación", que quizás no por coincidencia también es el significado etimológico del nombre "Jesús" en hebreo. ¿Fue Jesús un líder rebelde, un profeta apocalíptico o una figura mitológica? Podría haber sido los tres.